Roberta dejó la casa de Betancourt a las seis
y media y llegó a su pieza una hora después. Dejó su abrigo sobre la cama y leyó
una nota dejada sobre el velador: “Amiga. Fui a comprar cigarros y a caminar un
rato. Ya vuelvo. Isabel”
A los pocos minutos llegó su amiga.
- Convídame un cigarro. Tengo novedades que
contarte.
- Ya poh, guachita, pero no me dejes los
cuentos hasta la mitad… los quiero con lujo de detalles.
- Ay Isabelita, esa morbosidad tuya… pero
bueno, hoy te podré contar todo lo que pasó con lujo como dices, pero te vas a
desilusionar pues no pasó nada de lo que crees. Bueno; llegué a trabajar
temprano; hice el aseo, preparé comida como siempre; almorzamos en la cocina y
al terminar, subió al segundo piso. La verdad es que me sorprendió. ¿Sabes una
cosa? Aldo se las sabe por libro porque nunca hace lo que yo espero que haga. Imagínate:
durante el almuerzo hablamos de las noticias, del perro de la señora Gladys que
ladra todo el día, de los días nublados, en fin, tonteras, y yo esperando que me dijera
que me veía bien, que estaba linda, no se cualquier piropo y nada. Bueno, después
lavé la loza y cuando estaba preparando la tabla de planchar escucho que me
llama del segundo piso. No estaba segura si subir, pero bueno, subí. Estaba en
la cama recostado…
- ¿Vestido?
- Ay, Isabel, contigo no se puede. Claro que
estaba vestido. Me invito a ver una película antigua y me recosté a su lado; me
tapó con la manta y vimos la película muy acurrucaditos. Después me dijo que me
quedará a dormir. Yo le dije que primero teníamos que hablar…
- ¿Y?
- Hablamos pues.
- Pero qué se dijeron poh tonta.
(Continuará)
Domingo 3 de Enero de 2015, 22:00
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