“Marta”




       Martita tenía un encanto natural que seducía a cualquiera que la tratara, era una mezcla equilibrada de bondad, sabiduría y humor. Le sobraba simpatía e ingenio pero no tenía una pizca de belleza. Desde el jardín infantil al colegio y, después, en el instituto en donde estudió peluquería, fue víctima de bromas crueles que no siempre se hacían a sus espaldas. Tenía una cara alargada y en los extremos de sus labios delgados, dos lunares, uno más grande que el otro, que engañaban como pequeños pero notables bigotes de ratón. Sus dientes eran irregulares, los incisivos, grandes y separados, los caninos mucho más pequeños y superpuestos. El pelo negro crecía en greñas en diferentes direcciones. Tenia ojos gris oscuro, vivaces y de movimientos rápidos. 

     Cuando Martita egresó del colegio tenía claro que quería ser peluquera como su tía Gloria, quien siempre la trató con cariño supliendo la frialdad de su madre. Marta iba desde niña a la peluquería y gozaba con la alegría con la que trabajaba su tía, las conversaciones subidas de tono, las bromas y, sobre todo, la ternura con que la trataban las clientes.

      A los veinticinco años conoció a Julián quien, una vez al mes, llevaba a su abuela a teñirse y peinarse. Julián era un hombre que causaba revuelo cada vez que entraba a la galería comercial, abarrotada de peluquerías. Era un hombre alto, de ojos profundos, pelo castaño claro, manos grandes y amplia sonrisa. Mientras su abuela se sometía a los cuidados de su tía, hablaba incansablemente con Martita. Cuando se conocieron, Julián estaba terminando su carrera de medicina. Tres años después, la abuela murió; sin embargo, Julián comenzó a visitar a Marta dos o tres veces a la semana y, muchas veces, la pasaba a buscar en las tardes. Una soleada mañana de diciembre del 2012, Marta llegó muy arreglada a la peluquería. Estuvo toda la tarde intranquila, pero su tía no fue capaz de conseguir información para develar el misterio de tanta agitación. A las ocho treinta en punto apareció Julián con un ramo de flores. A la mañana siguiente Martita le dio la gran noticia a su tía querida: se casaba. Gloria la abrazo y le dijo: “¿te das cuenta como es esta vida Marta? Tan misteriosa. Te lo mereces mi niña, ven, dame otro abrazo".

Viernes 31 de Julio de 2015, 22:30





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