"Jorge Gonzalez Mancilla"

    Hace unos días murió Jorge González Mancilla. Para todos quienes estudiábamos derecho, un tanto a regañadientes, en los convulsionados años ochenta, la radio Valentín Letelier era un remanso poético de música, literatura y amistad. Siempre se podía ir y conversar sobre temas que a muchos nos interesaban más que la condición resolutoria tácita. Jorge siempre tuvo la mejor disposición para todos quienes habíamos escogido estudiar algo que fuera más “humanista” pero que teníamos intereses mas intensos que los áridos estudios de derecho.
Debe haber sido a mediados de los ochenta cuando, con algunos compañeros comenzamos a visitarlo en su casa. Nos retirábamos en la madrugada después de haber conversado y escuchado a Louis Armstrong, Dyango Reinhart, Coltrane, o alguna sinfonía de Mahler. En cine, literatura, historia y otros temas Jorge siempre aportaba algo novedoso. Supongo que Grecia, su fiel compañera, aguantaba las risotadas que alteraban no poco la serenidad de su casa.
  Fueron pasando los años, pero nunca dejamos de juntarnos para conversar en algún café del su querido puerto. A fines de los años ochenta, recuerdo haberlo invitado a Arcadia (Quebrada Escobares) para comernos un asado. Fue una tarde inolvidable por todo lo conversado y,  en parte, porque la carne comprada con un escaso presupuesto resulto mas dura que la cara de un burgués, como diría Parra.
 Por esa misma época le propuse hacer un programa de radio con entrevistas a poetas  y escritores porteños como Juan Luis Martinez, Ennio Moltedo, Juan Cameron, Gregorio Robles y otros. A las pocas semanas teníamos todo listo, incluso se enviaron a confeccionar posters (aun los tengo como recuerdo) para promocionar el programa: el primer invitado iba a ser Ennio  Moltedo. El destino quiso que, a tres días de comenzar, llegara un nuevo director a la radio para que el proyecto no se concretara.
 Seguí visitándolo en su casa de Quilpué. Era fascinante verlo comer y disfrutar el que creo era su plato favorito: prietas con abundante aceite de oliva. Recuerdo haberlo aconsejado que no abusara del aceite, pero en fin, era un gozador nato. Comía y hablaba, y su conversación era siempre rica en anécdotas, datos curiosos y reflejaba la impresionante cultura musical que tenia. Muchos compañeros fueron influenciados por él. Siempre me impresionó el que a su casa concurrían personas que, en aquello años, sostenían posiciones políticas muy distintas; Jorge nunca hizo diferencias y a todos acogió con cariño.
  Una de las curiosidades de Jorge es que durante años llevo un diario de vida. Muchas veces le pedí que me  mostrara alguna parte, pero se negaba, con justa razón.  “Algún día, decía” ¿Cuál será el destino de ese voluminoso diario?
Dentro de algunos años más, la banda sonora de una película chilena, compuesta por el gran Tato Casas, ganará  un Oscar y ese premio tendrá mucho de Jorge González.

Gracias por todo querido Jorge.

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