"Patmos"


       Los niños y adolescentes pasan una gran cantidad de horas en los establecimientos educacionales. En el colegio o liceo se suelen robustecer las virtudes que se suponen fueron enseñadas por los padres.
         Pero el colegio tiene, además, una misión poética: enseñar que el mundo es una caja de Pandora y que la facultad del “conocer” da la posibilidad de embarcarse en una de las aventuras más gratuitas y maravillosas que Dios ha regalado al hombre.
          Esa misión a veces se ve entorpecida con una férrea disciplina que, en vez de dar alas, las corta. La memoria es una de las maravillas que cada vez más se dejan de lado. Si, está bien; no se trata de repetir como loro, hay también que comprender, pero ese  “comprender” tiene que quedar y no hay otro lugar para conservarlo que la memoria. Para eso están los libros, dirán algunos. Sí, pero nadie anda con un libro bajo el brazo para poder identificar un roble de un ciprés.
            Veo por televisión “La Belleza del Pensar”. Entrevista a Ernesto Rodríguez, llamado por sus alumnos “mister Keating”. Habla del espíritu con que se fundó un muy buen colegio de  Viña del Mar:“Patmos”  
         De vez en cuando las circunstancias permiten el encuentro de hombres notables,  capaces de romper con las camisas de fuerza con que se aprisiona la educación formal. Eso es lo que ocurrió con el Patmos. A fines de los cincuenta se fundó en Viña del Mar un colegio que quería romper con un anquilosado sistema educacional. Y lo lograron. Hoy ese colegio aun existe y no ha perdido su fuerza original. Lo digo con conocimiento de causa pues fui alumno del colegio en los años 70. Su director, en aquellos tiempos era don Willie Rowlands. Han pasado cuarenta años y todavía recuerdo sus maravillosas clases de “orientación”  en primero medio. Nos hablaba con sencillez y profundidad acerca de Ortega y Gasset, Jaspers, Heidegger, Kierkegard, etc. Gracias a él, los que fuimos sus alumnos, supimos muy temprano que no debíamos convertirnos en  los “hombres-masa” de los que hablaba Ortega y que, para no serlo, debíamos leer, aprender a descifrar el mundo, a interesarnos por la música, la literatura, las matemáticas, la filosofía,  pues todo ello contribuía a hacernos mas libres y por ello, mas felices.
       De vez en cuando me topo con “Willie” en alguna calle o librería y siempre he lamentado el no querer invadir su privacidad para decirle: “Muchas gracias Willie Rowland”
                            
Domingo 8 de Marzo de 2015, 21:30


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