"La difícil sencillez"

              Siempre he estado convencido que una de las cosas difíciles, cuando se escribe, es ser sencillo; difícil y compleja, lo que como sucede a menudo, constituye una paradoja. 
            De vez en cuando me leo y siempre reparo y critico el haber utilizado una palabra o una frase rebuscada, sabiendo muy bien que la gracia, la sobriedad, la inteligencia de un texto radica normalmente en su sencillez.  Tal vez, en muchos casos,  sea una especie de vanidad la que nos impulsa a escribir (pintar, tener opiniones políticas, cantar, vestirnos y hasta cocinar) de manera extravagante. Puede que el deseo de querer ser original nos juegue chueco, nos trampee y nos haga redactar impostando la voz, falsificando la nuestra.  
A veces también, y quizá por lo mismo, utilizamos metáforas de una obviedad arjonística y relamida. Pero bueno, en la medida que escribimos vamos siendo consientes de nuestros errores.
            Escribir tiene muchas cosas buenas y una de ellas es que permite conocernos; se van descubriendo debilidades, pequeñas soberbias y, de en cuando en cuando, también algunos aciertos, como, respecto a alguna escrito, ha señalado el gran Horacio. Además al parecer es un buen ejercicio para quienes pasamos la cincuentena y, por tanto, va siendo hora que ejercitemos las neuronas para prevenir un envejecimiento prematuro.
            En todo caso, lo bueno es entregarse a lo que se ama, aunque cueste, aunque se sienta temor, aunque duela, porque al final del día, uno siente que no es sólo decirlo, sino, de alguna manera probarlo, ante los demás y, sobre todo, ante uno mismo; esto es, poder decir, sin mentir, algo mejor que “amo escribir” porque lo que es verdad, al menos en mi caso, es poder decir: "amo haber escrito".

Sábado 24 de Enero de 2015: 0:55.


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