"Quemar naves"

                  A los 67 años Duaca Chennoquio decidió que no valía la pena seguir entristecido. Los últimos tres meses los había pasado encerrado en su casita de madera pintada de rojo; las mañanas, en el balcón mirando el océano pacifico, intentando percibir en el horizonte brumoso la primera señal de un buque; las tardes, en el cuarto contiguo al de la cocina absorto en internet o leyendo novelas románticas inglesas.

        Tiempo atrás había conversado con un viejo amigo del colegio, ex sacerdote y casado hace algunos meses con una feligresa multimillonaria a quien siempre le había contado todo.
            La tristeza provenía del hecho que se daba cuenta de que había cosas que nunca se había decidido a hacer; comidas que no había probado, mujeres que no había conocido; lugares que nunca había visitado; libros no leídos; golpes que nunca había dado, dinero que nunca había regalado, y todo ello, pudiendo hacerlo.
               Una tarde, cuando hablaba con su viejo amigo, le había dicho:
       -“La tristeza me invade cuando me doy cuenta que ya nada de eso puedo hacer, que ya es tarde, que tuve la oportunidad y no lo hice” dijo.
-           -“Bah! Mírame a mi viejito, nunca es tarde.
                 Y es así como un nublado día de abril firmó la compraventa de su casa, vendió su colección de antiguos juguetes de niño y viajó a París en busca de la iraní Lila Azam Zanganeh. 

Sabado 17 de Enero de 2015; 23:45.   

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