"San Pedro: una carpa, dos personas" (XVII)




Claudia.
¡No quiero más! Nunca imaginé lo que me esperaba. Muchas veces me pregunto si acaso hice algo muy malo en esta vida o en otra. ¡No entiendo! El dolor físico lo puedo asimilar, lo que no concibo es que en los momentos en que recupero algo de lucidez, todo se me viene abajo; no le encuentro sentido a nada. El mundo, la vida, las personas, son cosas que suceden “afuera”. Adentro solo hay tinieblas, una bruma de tristeza que cubre todo lo que miro,  incertidumbre y miedo. No miedo a la muerte, sino a tener la certeza que todo esto no tiene ningún sentido; sólo el dolor por el dolor. No logro descubrir una significación  a lo que me pasa. Todas esas frases, supuestamente llenas de sabiduría, no me sirven de nada. Soy un cuerpo que sufre. 
        A veces pienso que mi cariño por Artaud fue una especie de profecía, una intuitiva certeza que yo experimentaría algo parecido. Soy un cuerpo que sufre, que experimenta las peores sensaciones imaginables. Tú, Claudia, eres la única luz que brilla en esta oscuridad. Me he arrepentido tanto de no haberte dicho cuanto te amo;  de no haberte llamado todas las mañanas para decírtelo. Pero bueno, nunca es tarde: te amo Claudia de mi vida (o de lo que queda de ella). Eres la única persona a la que le puedo contar lo que siento y pienso. Estoy cansado.


Eduardo.

Lunes 1 de Junio de 2015, 18:30

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