“Des-encuentros”


    Dos veces al mes Camila se reunía con sus amigos de la universidad para escalar los cerros que rodeaban la ciudad. Aquella luminosa mañana de octubre, tan pronto se bajo del auto, lo vio por primera vez. Como siguiendo un guión de película se miraron de frente sin que hubiese motivo para ello. A pesar que estaban distantes, ambos sintieron una conmoción instantánea.  No fue una mirada romántica, sino aquella que delata miedo y atracción al mismo tiempo. Paulo comenzó a ascender rápidamente mientras Camila iba más atrás a su propio ritmo.
  La segunda salida tuvo lugar dos semanas después. Esta vez se encontraron en la cumbre. Volvieron a mirarse, sintiendo el mismo vértigo, pero cada uno siguió en lo suyo. Mientras Camila hacia graciosos comentarios sobre las dificultades del ascenso, él, a un par de metros, no podía disimular la gracia que le causaba escuchar la sinceridad del relato. A pesar de la distancia y con muchas personas alrededor, ambos eran conscientes que de alguna manera estaban comunicándose sin hablar. Sin embargo, él no se acercó.
  La tercera excursión fue al cerro El Roble. Durante la ascensión Paulo le advirtió que tenia desatados los cordones, buscando el encuentro que sin razón se demoraba; Camila sólo atinó a decir gracias y abrochárselos. Sintió temor por su cercanía. Ella sabía que esas miradas eran tanto un anuncio de amor como un presagio de dolor.
Pasaron algunos meses hasta que un día Camila sintió la necesidad de volver a verlo. Varias veces coordinó con su grupo para escalar, pero por mal tiempo o desencuentros no coincidieron.
  Una tarde, mirando las fotos de salidas anteriores reparó en el rostro de una mujer que le pareció lleno de ternura. Días después supo que Paulo había comenzado una relación, precisamente con esa mujer de mirada tierna. Su nombre era Camila.


Martes 25 de Agosto de 2015, 23:30




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