Tarde de Perro (III)


       No pasaron ni diez segundos y el llanto estridente y exagerado del Seba movió a que Juan lo tomara en brazos.
         - No te preocupes Sebita, yo la voy a buscar – dijo el Juan.
         - Chisss… estay más loco. Acuérdate la última vez, lo que nos advirtió el Matamala – dijo Caco.
         - No se dará ni cuenta, lo puedo hacer muy rápido, ¿no es cierto Sebita? – dijo el Juan.
         - ¡Y los perros, son tres Doberman! Te acuerdas la vez que vimos cómo en diez segundo masticaron como chicle al gato de la señora Gladys -  dijo Caco.
         - Yaaa…. Vamos. Ayúdame a saltar el muro – dijo Juan.
       Y de ahí para adelante todo negro, triste y rojo. Primero dos o tres ladridos escalofriantes, luego un sonido oscuro, gutural, después mas ladridos ensuciados con sangre, una respiración entrecortada, jadeante, dolorosa; después el silencio y un enorme y extraño desamparo.
         Yo daba brincos inútiles tratando de ver lo que pasaba al otro lado del muro; la Jocelyn se tapaba los oídos para no escuchar ese sonido que parecía provenir del infierno, mientras el Caco, corriendo, doblaba la esquina del pasaje para ir a tocar el timbre a la casa del Matamala.
        A la media hora llegó la ambulancia y medio barrio esperaba en la puerta de la casa. Vi cuando sacaron a Juan tendido en la camilla, la sabana que lo cubría estaba empapada de sangre.
        Nos fuimos todos a la posta en el colectivo del papá de la Pam. Llegamos unos minutos antes que la ambulancia. Me puse justo detrás para que apenas saliera la camilla, pudiese darle un beso, pero la puerta no se abrió. Salió el chofer, me miró y solo dijo:
        - Pobre cabro, se nos fue. Lo más seguro es que las mordeduras le hayan roto algunas arterias importante: hemorragia interna.

          Cuando lo sacaron y un segundo antes que le taparan el rostro, lo pude ver: pálido, pero como siempre, sereno, tranquilo, luminoso.

(Continuará)

Domingo 15 de Febrero 2015, 21:30

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