"Recuerdo de Juan Luis Martínez" (IV)

Recuerdo de Juan Luis Martínez (IV)

            Otra anécdota cómica sucedió por aquel tiempo. En los años sesenta y comienzo de los setenta,  Juan Luis era muy amigo de los hermanos Parra, los integrantes de los, en aquellos tiempos, High Bass.  Después de larga ausencia éstos vinieron a cantar al festival de Viña del Mar. Una mañana paseaban por la galería y, como siempre, Juan Luis conversaba en una mesa del café. Se acercaron y si mal no recuerdo, Gabriel Parra, le dijo: Noooo, Juan Luis!!! Después de veinte años, te encuentro en el  mismo lugar!! A lo que Juan Luis respondió, rápido:  “Y mi, mi mira tú, después de vein, vein, veinte años, tú, tú ¡terminas en el mismo lugar!”
            Ya a principios de los noventa, la salud de Juan Luis era muy frágil. Una noche me llamó Eliana porque Juan Luis le había dado una hemorragia de nariz y no lograban detenerla. Lo llevamos a la Clínica Reñaca y se recuperó, pero la enfermedad iba empeorando.
            En 1992 decidí casarme. La ceremonia se realizó en una pequeña iglesia de campo, en Quebrada Escobar (otra Arcadia de mi vida)  Arreglamos un lugar especial para los poetas, filósofos y artistas.  (Juan Luis me había pedido que estuviera a la “sombrita”)  En una mesa estaba Juan Luis, Mauricio Barrientos, Abel Gonzales, Nato Vásquez y otros amigos. En un momento determinado, le pidieron a Juan Luis que permitiera contestar algunas preguntas y registrar sus respuestas en video, a lo que por supuesto se negó rotundamente. Mientras intentaban,  con todo tipo de ruegos que aceptara, Juan Luis tapaba con sus enormes manos el lente de la cámara. Como tanta era su insistencia, el camarógrafo bajó la cámara pero siguió filmando los rezongos de Juan Luis. Esa grabación existe y desde años intento recuperarla para entregársela a Alita o María Luisa, sus amadas hijas.
            El 28 de Julio de 1992 el poeta Mauricio Barrientos llamó por teléfono y con voz oscura, me dio la noticia de la muerte de Juan Luis. Creo haber sentido una mezcla extraña; entre la pena por no verlo más y alegría porque por fin podía darse cuenta que su amigo tenia razón, que había un Dios que lo estaba recibiendo con todo el amor que se merecía un hombre que, en esencia, fue una perfecta combinación de sabiduría y bondad. Al día siguiente fue el funeral, tremendamente emotivo. Habló el poeta Armando Uribe unas palabras muy sentidas y emocionantes.

            Han pasado veintitrés años y cada vez que nos juntamos los de entonces, lo recordamos con cariño, admiración y nostalgia y nos reímos rememorando sus aventuras y anécdotas. Siempre coincidimos en algo: fue un verdadero privilegio haber conocido a un hombre bueno y genial.

Lunes 9 de Febrero de 2015, 20:45

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