"La vida fácil" (V)


 Pero sí, tienes razón, tal vez me complico más de la cuenta. Pero es que a esta edad no queda sino hacerse ciertas preguntas.
 A veces me da por pensar que tanto Benjamín como yo no hicimos sino representar un papel, como en una obra de teatro.
 En la mañana, cuando aun no llegaba nadie, entré a la capilla y vi como Francisca acariciaba el ataúd. De inmediato me percaté que solo podía mirar ese acto de una manera fría. En un sentido, lo que veía no era nada más que una mano acariciando la madera de un féretro. Pero después de unos momentos me di cuenta que ese gesto expresaba un cariño que nunca iba recibir una respuesta. Ahí estaba Francisca, con tristeza, despidiendo con amor a su marido.
 Te podría asegurar que si Benjamín hubiese visto lo mismo, hubiese pensado igual: solo un gesto previsible dada las circunstancias. Fíjate que de las pocas intimidades que compartimos con Benjamín hay una que siempre recuerdo. Una vez me contó la vergüenza que le producía cualquier contacto corporal; que  no soportaba los abrazos, los cariños. Que incluso las palmoteadas en la espalda con que sus socios lo felicitaban al ganar algún proyecto, le daban vergüenza ajena. Decía que las celebraciones de año nuevo eran para el un momento incómodo: eso de andar abrazándose y expresando buenos deseos le daba nauseas.
En cambio Fernando, mi querido hijo, era todo piel, abrazos, caricias, sonrisas. Tú misma una vez que te saludo para tu cumpleaños de manera cariñosa me miraste y dijiste “si no fuera porque soy su madrina, juraría que no es hijo tuyo”.
Por eso te digo: como no sentir cierta envidia por un ser así.


(Continuará)

Martes 13 de Octubre de 2015, 21:30

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