"La vida fácil" (VIII)


   Pero esa frase no me la dijo ese día. Me pidió que meditara sobre lo que habíamos hablado y que, cuando comenzara a entender, volviera.
  Esa misma tarde comencé a experimentar cambios sorprendentes. Cuando regresaba a la casa me puse a escuchar, no sé bien porqué, música romántica, de la que sabes no soy nada de aficionada. Encontré un CD de Charles Aznavour que me había enviado Fernando, cuando estuvo estudiando en Paris. Cantaba en español. Por primera vez reparé en la letra de la canción; no recuerdo exactamente cual, pero era una historia de amor no correspondido. Empecé a imaginarme a ese hombre que amaba sin ser amado y de pronto sentí pena, tristeza. Comencé a llorar, primero con cierto pudor pero al poco rato desconsoladamente como creo que no haber llorado en mi vida. Siguió otra canción, con otra historia y nuevamente la letra, alimentaba una tristeza que brotaba de un lugar hasta entonces desconocido para mi. Pensé en todas las personas importantes que me habían rodeado desde mi infancia. Y mira: la primera fue la Edelmira. Ella, que siempre me había defendido de la violencia de Benjamin, que había criado con amor, cariño y sabiduría a Fernando, que mil veces estuvo conmigo cuando la necesité, de ella no sabia nada. Me di cuenta que, hasta ese momento la Edelmira no era nadie para mi: la nana, punto. Y súbitamente era una de las personas mas importantes de mi vida. Me dieron ganas de tomar la carretera al sur para ir a abrazarla. Me estacioné y la llamé por teléfono. Le hablé mucho, le dije que me perdonara porque nunca la había visto. Ella dijo: “Señora, hacia tiempo que le decía que se arrugaba mucho cuando leía, que necesitaba anteojos” Entre medio de mis lloriqueos me saco una sonrisa y nuevamente me percaté de la gran mujer que había tenido a mi lado por tantos años.


(Continuará)

Viernes 16 de Octubre de 2015, 23:55

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