Lunes 11 de Mayo 2015, 22:30




Preguntarse.

         Anchoa Zeid trotó, durante años, tres veces a la semana por un mínimo de veinte minutos cada vez. Cierto día, subiendo una cuesta muy empinada, le dio por preguntarse si acaso realmente le gustaba trotar; la respuesta fue terminante: no.
         Cuando bajaba por la cuesta Litosausa, contento de haber tomado una aparente buena decision, sintió que la razón para no hacerlo era pobre. Volvió a preguntarse si le gustaba trotar y la respuesta fue nuevamente no; sin embargo esta vez, a la manera de un satori, se dio cuenta de algo importante: lo que realmente le gustaba era la sensación que experimentaba después de haber trotado:  entrar a la ducha con el cuerpo caliente y sudoroso para disfrutar del chorro de aguas tibias; dormir plácidamente los días en que tocaba trote; el mantenerse en un peso apropiado, el respirar profundo, etc., eso era lo que le gustaba y ese era el motivo por el cual hacia algo que no le gustaba.

         Esto se parece mucho a lo que dijo el novelista R.R Martin; “dicen que a algunos escritores les gusta escribir… a mi no, a mi me gusta “haber escrito”.

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