San Pedro: una carpa, dos personas. (XIV)



Querida Claudia.

Mañana comienza el segundo tercio, van a ser doce días pegado en el techo y, como te contaba, distante de todo. ¿Te acuerdas del libro que me regalaste para mi cumpleaños? Era  “Confieso que he vivido” de Neruda. Allí relata su experiencia con el opio y recuerda que la sensación es de una serena lejanía de todo cuanto existe; eso exactamente lo que experimento con esos cocteles.
    Anoche, como a las tres de la mañana desperté porque sentí que algo me picaba en la mejilla; era un mechón de pelo en la almohada. Ya me lo habían advertido; consecuencias de la quimio. En la mañana al despertar decidí pelarme completamente; prefiero adelantarme a lo inevitable. A pesar de todo estoy mas tranquilo; aunque no sé si la palabra tranquilo es la correcta; resignado, entregado, let it be.
      Me tiene contento el que hayas decidido venir a verme. Si todo sale bien podríamos ir a conocer el norte de Inglaterra; el doc me dice que es lo mas lindo de la isla y que no puedo dejar de ir pues eso es conocer el corazón de Inglaterra.
  No te preocupes por los silencios que se producen cuando hablamos por teléfono; es difícil para los dos. No hay mucho que decir, salvo la gran palabra en estas circunstancias: esperar, ser paciente, y eso es lo que soy, literalmente.
    Hace tres días que opté por no hacerme mas preguntas; decidí almacenarlas en un cajón de mi cerebro; lo cerré con llave y espero abrirlo cuando este tiempo oscuro pase. Hasta ahora me ha resultado. Solo experimento la emoción que acompaña cada pregunta pero no la conceptualizo;  me he dado cuenta que muchos de nuestro pensamiento, o al menos los míos, van acompañados de una emoción. Esta enfermedad me ha hecho conocerme y, de alguna manera, también conocerte a ti. Y no puedo dejar de decirte: Gracias por todo Claudia, eres lo mejor que me ha ocurrido en la vida.
t. a.
Eduardo.



(Continuará)

Viernes 29 de Mayo 2015, 23:30

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