"La hermana"

  
            Eran las seis de la tarde pero ya la noche era inminente. Las primeras estrellas, como pequeños puntos solitarios, comenzaban a aparecer en el cielo negro.
         Ya va siendo hora que se lo diga al hermano – pensó.
        Habían transcurrido dieciocho meses desde que la había conocido en el convite de los argentinos. A los tres días después, no se contuvo el deseo de volver a verla y pidió permiso en la estancia; fue a la ciudad y, armándose de valor, se dirigió al domicilio que ella le había anotado en un papel amarillo con letra diminuta. Después de tocar el timbre y escuchar dos campanadas distintas, le había dicho: “Me perdonará el atrevimiento, Ayelén, pero sería bonito que aceptara pasear conmigo y, si le da apetito, almorzar donde usted disponga”. La respuesta no lo hizo esperar. Pasearon todo el día por la ciudad, recorrieron tres veces la Avenida Errázuriz, y llegaron hasta el barco oxidado de 21 de Mayo.
            En la tarde, al despedirse con beso breve pero intenso, Ayelén le pidió que mantuvieran todo en reserva.  
     - "Sobre todo con mi hermano" 
     - “No se preocupe, Ayelen, nada a nadie”.
          Pero después de casi un año y medio era hora. Terminada la jornada, alimentó la fogata, dispuso la lámpara para que iluminara la mesa y preparó agua para el mate.
                 Primero llegó Campos luego Mardónes, pero del hermano de Ayelén, ni rastro. Para esperar, propuso jugar al truco con muerto. A las diez y media,  cuando ya era hora y no valía la pena alimentar más al fuego, apareció Barría contando que se le había perdido una oveja.
        No es ésta la noche para infidencias, para otra vez será cuñadito - pensó Oyarzo. 

Martes 27 de Enero de 2015, 22:48.       


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