"Nuestros clientes"

                                                                                                                         Para mi amiga, PZD. 

Se sientas hombres  que sospecho fueron hechos de lagrimas
Que disimulan
Pero el olor salado de sus gestos les delata
el crimen y sus apretadas consecuencias
Algunos logran penetrar en la fuentes de su propio dolor y se van y no vuelven
otros se les ordena dormir entre otros hombres de lagrimas
y a otros a marchitarse en los rectángulos del miedo
ahi comienza una historia de
horas y días compartiendo con sólo el cadáver
maloliente de la esperanza
Los errores de una infancia esculpida con aceitosa indiferencia
y las injusticias mal repartidas
Luego la ansiosa adolescencia libertina
y al final los límites del barrote sin una pizca de chocolate
A lo más, un cigarro encendido cuyo humo burlón
Se eleva y eleva y eleva sin despedirse
Y subitamente  
Un empujón de ojos enemigos
Un punzaso y la carne cuelga como una realidad
hecha de un orgullo inútil
que se arrodilla durante
la visita de la mujer fiel como una abeja
del  hijo concebido en las oscuras entrañas
del gimnasio lleno de aire ajeno y tibio
Después, a la cuenta
que remite a una presencia obligada
y nuevamente la noche, noche, noche
para pensar en el hermanito que me pide que piense
y a pensar en el gelio, 
el evan, el gelio, el  evan
el evangelio de los tristes refugiados
y así pasan los días, sin siquiera ver una frutilla
melindrosa y espinilluda, una pera enamorada, una coqueta manzana
De vez en cuando un cambio
un módulo hecho de amenazas condicionales
 y tiros sin revolver,
viviendo siempre con el riesgo de
las estocadas hirvientes,
las torceduras en los huesos duros
el dolor, el dolor de algún diente infectado por los peces
que resbalan por las agrietadas paredes
y vuelta a los barrotes sin chocolate
y vuelta a los cigarros y su pequeño volcán
y a veces jugar a quemarse para sentir lo único que se tiene:
el dolor.
Y a veces también  jugar con un vidrio que triza los brazos
Un espejo  que revela las horas perdidas
Un gendarme de risa y pena impredecible
Un gendarme de la soledad
Y  ver, tantas veces y otra mas, sobre la pared 
el temblor de los días en el calendario
y volver a odiar el ...  “y un día”
El destino, el destino, el destino
Barrera infranqueable de la voluntad
En las noches las estrellas impávidas
Susurran su lejanía
En los días, el sol displicente se complace en iluminar
Lo que tanto se conoce.
Por eso el odio es merengue
Por eso es que la salida se convierte también en entrada
a otro infierno
Nada, nada,  nada el pez en el agua.
Nada,  nada, nada en el futuro.


2 comentarios:

  1. Los barrotes sin chocolate;
    Los barrotes de hiel y tardanza
    que se llevan la vida como u potro desbocado,
    que esculpen las grietas temporales en el rostro
    con el mismo filo del agua y del acero.

    Saludos maestro, me encantaron tus letras

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