Sobre la extensión interminable descansaban esparcidos cientos de troncos
quemados, como fósforos a medio consumir. El viento, al darle en las orejas lo
hacia escuchar un sonido de laberinto. Barría buscaba con su mirada de vidrio
la oveja perdida. Hacia veinte días que la cuenta del piño le daba trescientos
pero, a pesar del numero redondo, sabia que faltaban una. En eso no se
engañaba. Metió los dedos helados entre medio de la camada de la montura y,
apoyando los pies en el estribo elevo el cuerpo para observar mejor. Alcanzó a
divisar un jinete de manto negro sobre un caballo negro. Comenzó a galopar
bajando del cerro decidido a enfrentar al cuatrero, sabiendo que la noche haría difícil su búsqueda. Después de galopar por algunos minutos decidió que no valía
la pena maltratar mas al animal que había trabajado todo el día. Resolvió
volver y no pensar más en el cuatrero.
Al llegar al campamento, Mardones, Oyarzo y el flaco
Campos estaban jugando truco.
- ¿Qué pasó, hombre?
- Se me perdió una
oveja.
- Al olvido
Barría! Arrímese y venga a mentirnos.
Lunes 26 de enero de 2015, 22:21
Lunes 26 de enero de 2015, 22:21
Ana María Albornoz
ResponderEliminarRecuerdos de mi tierra querida gracias amigo
ResponderEliminarRecuerdos de mi tierra querida, gracias amigo
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