El 27 de Julio de 1944, siguiendo instrucciones dadas
por conocidos portugueses, se dirigió a la calle Lautaro Navarro para comprar
en Cambiaso, una tienda oscura con fuerte olor a tiempo indígena, una gruesa
piel de lobo.
A las
tres de la madrugada del día 28 de Julio del mismo año, se dirigió a la pequeña
playa de la península sur de la ciudad,
casi al frente de donde estuvo por
muchos años el Deutsche Schule. Al
llegar a la solitaria playa, el viento frio parecía provenir de la luna llena
que iluminaba las encrespadas aguas del estrecho. Se desnudo lentamente bajo la silenciosa noche, desafiando al aire helado y puntiagudo. Se cubrió el
torso con la piel de lobo marino. Saco de un pequeño envoltorio una caja de
metal que contenía grasa animal, untándosela en las piernas y brazos. Miro la
hora: 3: 20.
Durante
minutos observó un pequeño punto
amarillo que titilaba en la costa de Tierra del Fuego. Miró al cielo estrellado
y se esforzó por escuchar la música de las estrellas. Después de unos momentos,
sonrió, caminó con paso seguro y comenzó a internarse en las aguas oscuras.
Nadó veintiocho horas consecutivas y el
día 30 de Julio, a la misma hora en que aviones estadounidenses bombardeaban
Bremen, uno de las últimas descendientes de las tribus Haush vió salir a Joao
Artog de las congeladas aguas del estrecho de Magallanes.
Viernes 16 de Enero 2015, 23:25
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