Preguntarse.
Anchoa Zeid trotó, durante
años, tres veces a la semana por un mínimo de veinte minutos cada vez. Cierto día,
subiendo una cuesta muy empinada, le dio por preguntarse si acaso realmente le
gustaba trotar; la respuesta fue terminante: no.
Cuando bajaba por la cuesta
Litosausa, contento de haber tomado una aparente buena decision, sintió que la razón para no hacerlo era pobre. Volvió a preguntarse si le gustaba
trotar y la respuesta fue nuevamente no; sin embargo esta vez, a la manera de un satori, se dio cuenta de
algo importante: lo que realmente le gustaba era la sensación que experimentaba
después de haber trotado: entrar a la ducha con el cuerpo
caliente y sudoroso para disfrutar del chorro de aguas tibias; dormir
plácidamente los días en que tocaba trote; el mantenerse en un peso apropiado,
el respirar profundo, etc., eso era lo que le gustaba y ese era el motivo por
el cual hacia algo que no le gustaba.
Esto se parece mucho a lo
que dijo el novelista R.R Martin; “dicen que a algunos escritores les gusta
escribir… a mi no, a mi me gusta “haber escrito”.
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