San Pedro: una carpa, dos personas (XI)


Claudia querida.

       Si. Tienes razón. No sé explicar lo que me pasa. Supongo que es miedo, no a la muerte, sino a perder lo que amo, y lo que amo eres tú. Al igual que tú o quizá más, me paso mil rollos. Antenoche soñé que me enviabas una carta en la que decías que habías conocido a alguien y que por ahora preferías… etc. Sentí desamparo, tal vez por eso te llamé y te hablé como un maldito. Es miedo Claudia. Dicen que el miedo paraliza, a mi por el contrario, me da ganas de hacer mil cosas, cosas que no puedo hacer y te imaginaras cómo me siento. Me enrabio y tu pagas las consecuencias.  En las tardes hojeo el libro de arquitectura que me enviaste y no paso de la primera hoja; me pregunto: ¿Para qué? Cuando te enfrentas a la posibilidad de la muerte sucede algo muy raro. Hay momentos en que todo cobra sentido y te das cuenta de que está en ti vencerla; otras, todo es desesperanza, nada merece la pena. Es cómo lo que me contabas de que siempre le decías a tu madre que no tenia sentido hacer la cama si en algunas horas se desarmaría nuevamente. Me sucede que intento pensar positivamente y al cabo de un rato ya estoy imaginando mi funeral. En todo caso me dicen que las plaquetas están mucho mejor y al parecer el tratamiento está dando resultados. Cuando me lo dijeron  no me alegré como se esperaba. Geraldine, la enfermera nigeriana, me dice que puse cara de ataúd (coffin face) Tiene un humor muy negro la negra, pero igual me hace reír. Pero mira, frente a esa noticia, en vez de estar agradecido,  inmediatamente pensé que de todas maneras iba a vivir con la espada de Damocles colgando arriba de mi cabeza; al rato, que así vivimos todos; a cada momento vivimos con la posibilidad de matarnos atragantados con un pedazo de carne o en un accidente. En fin, no quiero aburrirte con estas disquisiciones pseudo filosóficas.  Espero que entiendas y perdones lo mal que te he tratado en las ultimas conversaciones.
       Una de las cosas buenas es que con tanta visita de medico (parece que soy el conejillo de indias del hospital) mi inglés ha mejorado bastante.
       En la tarde estuve viendo las fotos que sacamos en San Pedro. Si todo sale bien ¿te gustaría vivir allá? Lo he pensado. Si salgo de está  quiero cambiar de vida. Creo que ese es el lugar perfecto para intentar estar más cerca del que mueve los hilos…
    Ahora estoy en la casa de mi tía Frances. Es un tanto fría pero muy preocupada. El otro día la acompañé al supermercado. La fruta aquí es carísima, de no creerlo. Claudio me contó que una vez un amigo inglés le prestó su departamento por un fin de semana; cuando iba a devolvérselo fue al supermercado para reponer la fruta que había consumido: la gracia le salió como ochenta mil pesos. Otra cosa; en los pasillos del supermercado escuché siete u ocho veces: Excuse me!, te piden disculpas hasta por comprar la manzana que, imaginan, podrías comprarla tú. (igualito que en Chile)
   Nada más por ahora. Me quedan cuatro días para volver al Hospital y comenzar con el segundo tercio del tratamiento.
Escríbeme, llámame, piénsame.
Te quiero.

“Etuardo” (ahora el doc me dice Edward)

(Continuará)

Martes 26 de Mayo 2015, 22:30

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