Martes 19 de Mayo 2015, 21:30




San Pedro: una carpa, dos personas. (V)

         Al llegar al pequeño rio que separaba la quebrada, Eduardo puso sus dos manos sobre los hombros de Claudia y dijo:
         “Estoy enfermo, mucho. No tengo buen pronóstico, no me gusta decir el nombre de la enfermedad pero es una especie de cáncer a la sangre. Sé que este viaje era muy importante; para ti y para mi; pero ya ves como es la vida. Ahora tengo dos posibilidades: mi viejo me quiere llevar a Inglaterra porque dice que ahí están lo mejores tratamientos, estadísticamente hablando. Aun no me decido. Si te has preguntado porque no he hecho nada y he hablado poco, ya conoces la respuesta. Esto lo sé desde hace aproximadamente dos semanas. Cuando me lo dijeron pedí que no me mintieran: sin tratamiento no me quedan mas de tres meses; con, puedo durar un promedio de veinte o más. Todo depende. Supieras lo que tuve que hacer para que mis viejos me dejaran venir estos cuatro días.
         Eduardo suspiro profundo y se quedó mirando el delgado hilo de agua que corría por el riachuelo.
        Claudia sintió las piernas débiles; tragó varias veces y no pudo decir nada. Sabia que Eduardo no mentiría con algo así, por lo que la verdad se transformó en una completa oscuridad en su interior. No podía hablar. No podía caminar. Se quedó quieta mirando el río, sintiendo que su vida también se iba con esa agua cristalina como las lagrimas que le corrían por dentro.

(Continuará)






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