San Pedro: una carpa, dos personas. (VI)
Londres, 22 de Febrero
Chica Claudia.
Ha pasado una semana, creo. No he tenido mucha conciencia del paso del tiempo.
Llegamos a Londres el miércoles en la madrugada. De ahí directo a la casa de
una amiga de mi madre. Dejamos las maletas y partimos directamente a este hospital.
En el camino me acordé de ti pues pasamos por donde estuvo internado tu
soldadito de plomo. Después de varios exámenes y de llenar una cantidad increíble de papeles y autorizaciones (entre ellos una autopsia…) quedé
internado en el piso décimo, habitación 13 (menos mal que no soy supersticioso) Ahora mismo te escribo como si
me hubiera tomado cinco piscolas; los remedios son fuertes, producen una
sensación extraña, como si el cuerpo estuviera muy lejano. Al medicó no le
entiendo mucho – me dice “Etuardo”-. En las mañanas me saluda diciendo: "como amenecido Etuardo…" con el típico acento
gringo.
Tengo la esperanza de que todo salga bien, pero no quiero hacerme
ilusiones. Tú eres la razón por la que voy a dar la pelea. Este correo te lo
puedo enviar porque una enfermera hindú, que habla algo de español, me prestó su
tablet.
Apenas se me quiten los efectos de estas bombas químicas te llamo o
escribo. Te quiero.
Etuardo.
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