San Pedro: una carpa, dos personas. (IX)
Eduardo:
No entendí
la dureza con que me trataste anoche. Te llamé porque, como te dije en el
último correo, el escuchar tu voz me tranquiliza. Entiendo que estas pasando un
tiempo difícil, pero siempre ten presente que, sin los síntomas de un cuerpo
enfermo, yo también cargo en mi corazón una pena grande, desesperación,
impotencia y, aunque estoy llena de esperanza, también miedo; miedo de perderte
(y no por tu enfermedad) No sólo eres tú
el que sufre con lo que te pasa; tu mamá (la que también me ha dicho que has
sido demasiado “seco” con ella; tu hermana, tus amigos, en fin. Pero bueno, no
quiero sumar mas latas. Te pido que tengas presente eso: todos los que te
quieren lo están pasando mal.
Mañana sin falta te envvío lo que me pides. Tu mamá
me cuenta que todos los días habla con tu papá y él le informa los avances. Les
preocupas que comas poco.
Te llamaré
solo cuando me digas que puedo.
Te amo
Eduardo, no te olvides de eso.
Claudia.
(Continuará)
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