Hijo de
ladrón.
Hoy, después de mis clases,
como ya está siendo costumbre, subí al octavo piso a saludar a mis envidiados colegas
(son profesores tiempo completo). Generalmente conversamos no más de media
hora, sobre distintos temas; docencia, libros, películas y una que otra
conferenciante destacada (hoy por quinta semana consecutiva las flores
volvieron a caer sobre le bellísima e inteligente Lila Azam Zanganeh)
Esta rutina después de mis
clases es muy agradable y enriquecedora pues, además de compartir un buen
café (en mi caso una agüita de manzanilla, por la presión ya se sabe) intercambiamos ideas sobre distintos temas.
Pero he aquí que hoy,
entremedio de la conversación, un colega dijo algo que me sorprendió y que me
dejó, como dicen los españoles, de una pieza: “Nunca he podido leer Hijo de
Ladrón; es tal la calidad de su prosa, que no logro pasar de la primera página,
su grandiosidad me supera…”
Me
sorprendió porque a mi me ha pasado exactamente lo mismo con esa novela. Tres
o cuatro veces e intentado leerla, pero no puedo avanzar, es demasiado buena.
Creo que si la leyera, no podría seguir escribiendo este blog o incluso, escribir con cierta seguridad, mi propio nombre. Gran Manuel Rojas!
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