Querida Claudia.
Mañana comienza el segundo tercio, van a ser
doce días pegado en el techo y, como te contaba, distante de todo. ¿Te acuerdas
del libro que me regalaste para mi cumpleaños? Era “Confieso que he vivido” de Neruda. Allí
relata su experiencia con el opio y recuerda que la sensación es de una serena
lejanía de todo cuanto existe; eso exactamente lo que experimento con esos cocteles.
Anoche, como a las tres de la mañana
desperté porque sentí que algo me picaba en la mejilla; era un mechón de pelo
en la almohada. Ya me lo habían advertido; consecuencias de la quimio. En la
mañana al despertar decidí pelarme completamente; prefiero adelantarme a lo
inevitable. A pesar de todo estoy mas tranquilo; aunque no sé si la palabra
tranquilo es la correcta; resignado, entregado, let it be.
Me tiene contento el que hayas decidido
venir a verme. Si todo sale bien podríamos ir a conocer el norte de Inglaterra;
el doc me dice que es lo mas lindo de la isla y que no puedo dejar de ir pues
eso es conocer el corazón de Inglaterra.
No te preocupes por los silencios que se
producen cuando hablamos por teléfono; es difícil para los dos. No hay mucho
que decir, salvo la gran palabra en estas circunstancias: esperar, ser
paciente, y eso es lo que soy, literalmente.
Hace tres días que opté por no hacerme mas
preguntas; decidí almacenarlas en un cajón de mi cerebro; lo cerré con llave y
espero abrirlo cuando este tiempo oscuro pase. Hasta ahora me ha resultado.
Solo experimento la emoción que acompaña cada pregunta pero no la conceptualizo; me he dado cuenta que muchos de nuestro pensamiento, o al menos los
míos, van acompañados de una emoción. Esta enfermedad me ha hecho conocerme y,
de alguna manera, también conocerte a ti. Y no puedo dejar de decirte: Gracias
por todo Claudia, eres lo mejor que me ha ocurrido en la vida.
t.
a.
Eduardo.
(Continuará)
Viernes 29 de Mayo 2015, 23:30
Viernes 29 de Mayo 2015, 23:30
No hay comentarios:
Publicar un comentario