"Cerrajero" (VIII)
Desde hace unos meses el trabajo en el banco se le hace
tedioso; mira con frecuencia el reloj que cuelga en el gran salón de entrada. No
puede evitar repasar una y otra vez todos los detalles: se levantará a las dos
de la madrugada, subirá en pijama hasta
el departamento 802. Ya conoce la cerradura; calcula que la operación puede
durar entre ocho y doce minutos, pero se propuso el tope de quince. El sólo
imaginarlo le produce una sensación de vértigo que busca, luego rechaza y
vuelve a lo mismo. Lo que aun no decide es si entrará: cruzar el umbral
supone traspasar un límite que en un principio se había impuesto. Piensa que aunque las muchachas no lo sepan, una vez que lo haga, que ingrese en su intimidad, comenzaran a mirarlo de otra forma, imagina que despertará en ellas un interés que no podrán descifrar.
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