Hace un mes se le ocurrió abrir su propia puerta; no
ocupó más de cuatro minutos y, si antes abrir una cerradura en su cama le producía
una agradable sensación, la que sintió cuando logró abrir la propia superó toda
experiencia anterior; ahora se le sumaba el vértigo de tener que hacerlo en el
menor tiempo posible.
Después de algunos días se propuso algo mas exigente:
la puerta de los vecinos, una pareja de jubilados siempre sonrientes. No le costó averiguar
con el conserje que el fin de semana la pareja viajaría a Santiago para
visitar a su hija. El sábado, a las tres de la madrugada, ya estaba arrodillado
frente a la puerta de sus vecinos. No le resultó tan sencillo pues la habían
dejado con doble seguro; después de algunos intentos fallidos y justo en el
momento en que oyó que el ascensor era llamado, logro que la cerradura cediera:
abrió la puerta sólo unos centímetros, la cerró y se devolvió excitado a su
departamento.
( Continuará)
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