Muchos de los habitantes del pueblo,
especialmente los pescadores, suponían que Artog pasaba los cuarenta años. Sin
embargo, recién estaba por cumplir los treinta y tres. Esto se supo cuando Artog
fue a votar y una apoderada de mesa, curiosa, se fijó con detalle en la cédula
de identidad, esparciendo la información. Las mujeres que, en general, lo
encontraban atractivo y misterioso, se preguntaban si acaso era soltero, casado
o separado.
Fernando, el dependiente de la
librería, comentaba que Artog compraba sólo tubos de pintura que encargaba
especialmente. Lo extraño, decía, es que siempre pide los mismos cuatro colores: azul, amarillo, rojo y verde y, de vez en cuando, una botella de
trementina y uno que otro pincel.
Mas
de alguna mujer, movida por la posibilidad de conquistarlo, había buscado
infructuosamente en internet información de pintores pero no había conseguido
nada. El misterio aumentaba y, poco a
poco, se iba convirtiendo en el tema del pueblo.
(Continuará)
Martes 30 de Junio de 2015, 20:45
Martes 30 de Junio de 2015, 20:45