Artog ordenaba. Se percataba que el
desorden que ordenaba tenia una cierta simetría. Se podía adivinar una voluntad
misteriosa detrás de ese aparente encuentro de objetos disimiles que decoraban su casa. Por el pasillo aparecían, como envejecidas alumnas formadas en un convento,
una serie de máquinas de coser Singer.
En el comedor mantenía siempre encendido el fuego de la chimenea; en invierno con abundante leña, en el verano, poca. Es el hogar, la hoguera, decía. Enfrentando la chimenea había un gruesa alfombra de lana gruesa y roja. A los lados, adornaba la pared una extensa biblioteca y, en un extremo de ella y sobre una silla, mantenía una montura chilena (le gustaba mirar el chiporro blanco iluminado por el fuego) En el otro extremo, un paragüero en el que sobresalían el caño de una escopeta y tres bastones.
En el comedor mantenía siempre encendido el fuego de la chimenea; en invierno con abundante leña, en el verano, poca. Es el hogar, la hoguera, decía. Enfrentando la chimenea había un gruesa alfombra de lana gruesa y roja. A los lados, adornaba la pared una extensa biblioteca y, en un extremo de ella y sobre una silla, mantenía una montura chilena (le gustaba mirar el chiporro blanco iluminado por el fuego) En el otro extremo, un paragüero en el que sobresalían el caño de una escopeta y tres bastones.
(Continuará)
Viernes 27 de Junio de 2015, 23:55
Viernes 27 de Junio de 2015, 23:55
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