Apenas el carro se detuvo y pudo
observar el rostro de quienes le apuntaban tuvo la certeza de que no eran policías. Le pidieron los documentos. Con
mano temblorosa los buscó en la guantera; cómo se demoraba, le pidieron que
descendiera. Eran las tres de la mañana y no se veía movimiento en el aeropuerto Guillermo Valencia. Mientras obedecía las ordenes como autómata pensaba en sus tres hijas y en la palabra “huérfanas”. Ya había
escuchado muchas veces el consejo de que frente a una persona armada no había que
resistirse y este caso era peor; eran tres sujetos y dos lo apuntaban con
pistolas. Cuando lo vendaron arrugó la cara para que cuando relajara los
músculos quedara un poco mas suelto el vendaje. Sintió que alguien lo hacia caminar
y lo empujaban a lo que supuso era una camioneta por el ruido del motor. Trató
de recordar el lugar preciso en que ya no había visto mas que oscuridad, lo que
le permitió conjeturar que el carro enfilaría por el Barrio Cadillal.
Al día siguiente de nacer María
Gloria, su primera hija, habían
recorrido esas calles en el Renault. Juliana le había dicho que no le hablara
tan duro pues podía afectar sus tímpanos. Franklin, obedeciendo, había
cambiado el tono a apenas un susurro.
(Continuará)
Lunes 22 de Junio 2015, 21:15
Lunes 22 de Junio 2015, 21:15
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