"Mala Venganza" (II)


     La noche del domingo planificó detenidamente el recorrido del lunes. Pensó que lo mejor era dejar el auto en un lugar seguro y hacer el recorrido a pie.  Mirando un plano de la ciudad concluyó que el mejor lugar era la parte posterior de un supermercado en que trabajaba, cuidando y lavando autos, un antiguo conocido del barrio.
   El lunes se levanto al amanecer para evitar los tacos y partió en su impecable auto amarillo escuchando radio. De vez en cuando se miraba en el espejo retrovisor y sonreía.
   Llegó a Irarrázaval a las 8:15 pero su amigo no estaba. Estacionó el auto a quince metros del grifo amarillo, distancia que midió dos veces.
   Mientras caminaba en dirección a Pedro de Valdivia, volvía la cabeza para volver a sentirse propietario de esa pequeña maravilla amarilla.
  Durante la mañana visitó cinco clientes, registrando sus pedidos; todos lo felicitaron y le desearon suerte.

   A las doce en punto, después de haber caminado durante horas, decidió volver por el auto para dirigirse a la comuna de la Florida, aun le quedaban cinco visitas.

(Continuará)

Lunes 31 de Agosto de 2015, 21:00


"Mala Venganza" (I)




        Pablo, al cumplir veinte años, le prometió a su abuela que nunca más se metería en problemas. Ésta le había entregado parte de sus  ahorros para que su hijo naciera en un buen hospital. Pablo nunca olvidó el gesto. Dos años después volvió a verla para entregarle parte de lo prestado. Ella se negó pero le hizo volver a prometer lo mismo, delante de Mónica y su hijo.
    “Pablito, Pablito, tu eres inteligente y puedes salir adelante sin hacer tonteras” le había dicho una semana antes de morir.
     Y así fue. Después de buscar trabajo durante meses, logró encontrar un puesto como  peoneta de reparto. El dueño había hecho excepción pues no aceptaba trabajadores con los papeles “sucios”. Sin embargo, Pablo supo responder con responsabilidad a la confianza depositada.  Durante un año no faltó ni un solo día a su trabajo; al siguiente, le dieron la responsabilidad de hacerse cargo de las guías de despacho. Al cumplir tres años en la empresa, lo llamó el dueño para proponerle un ascenso lo que suponía comenzar a ganar casi el doble.
    “Mire Montoya, estoy sorprendido con su buen desempeño. Creo que es hora de reconocer su esfuerzo. Le quiero proponer que se haga cargo de las visitas de clientes en cuatro comunas.  Ganará el doble; pero es necesario que cuente con un vehículo. Comenzaría a mediados de junio"
       Pablo pensó inmediatamente que los dos millones de pesos que él y su mujer habían ahorrado para el pie de la casa a que estaban postulando, podían emplearse en comprar el vehículo.
      Esa misma noche habló con su mujer. No le costó mucho convencerla. Durante tres fines de semana buscaron el mejor hasta que por fin se decidieron por un modelo pequeño, color amarillo y con dos franjas negras que lo cruzaban. Lo compraron en exactamente la misma cantidad ahorrada. El domingo lo dedicó a limpiarlo obsesivamente. Estaba feliz.

(Continuará)


Domingo 30 de Agosto de 2015, 21:00

"Inspiración"



          Son más de las dos de la madrugada y aquí estoy, esperando se me ocurra algo. Desde hace unos cuantos cigarros no llega nada, ni una frase o imagen gatille los dedos. Pero espero pacientemente pues, como cada cosa en mi vida la he ganado a fuerza de voluntad, mucho más que por inteligencia o habilidad. Miro lo escrito y me parece vanidoso. Me decido a borrarlo y sin embargo no lo hago pensando que tal vez esta pequeña reflexión sobre el esfuerzo sirva de algo a alguien. En momentos como este recuerdo que una vez le preguntaron a Pablo Picasso, que era un trabajador incansable, si acaso creía en la inspiración a lo que este contesto: “La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando.
   Los dejo hasta aquí pues no quiero convertirme en lo que C. Bertoni, con su lúcido humorismo llama el “cansador intrabajable”

Sábado 29 de Agosto de 2015, 23:30


"Silencio"



            Existen placeres que requieren una cierta madurez para poder disfrutarlos en toda su intensidad. Después de haber pasado una entretenida y productiva semana en Santiago, he vuelto al silencio de mi casa. Entro en  el cuarto de estudio y observó libros con sus lomos silenciosos pero que contienen innumerables voces; plantas que han seguido creciendo imperceptibles; huelo un lejano aroma a tostadas con mantequilla; escucho el ladrar lejano de perros que conozco y, sobre todo, disfruto el silencio que permite contar las sencillas bendiciones, como este cuarto desde donde escribo.

            Mañana, al amanecer, me despertara el piar de pájaros y averiguaré, como muchas madrugadas, si algún conejo se ha quedado rezagado en el jardín común. ¿Que más se puede pedir?

Viernes 28 de Agosto de 2015, 23:30