La
historia me la contó Julián quien, a su vez, la había escuchado de su hermano,
Raúl. La tarde en que lo hizo, dijo: “Creo que la sangre es una garantía de
verdad, además no tuve porqué dudar. No tenia sentido, conveniencia o beneficio alguno inventar una
historia semejante”
Yo,
a su vez, intentaré ser fiel a la narración que escuché aquella tarde, mientras
compartíamos tres botellas de vino en un oscuro bar de la comuna de Ñuñoa.
En
los años sesenta, días después de cumplir los dieciocho años (los que hoy en
día equivalen a treinta y cinco, dijo)
mi hermano Raúl tuvo una discusión violenta con nuestro padre: “O estudias o
trabaja;, de viajar, ni lo sueñes” Mi hermano estaba muy entusiasmado con irse
a los Estados Unidos en donde, se imaginaba, era mucho más fácil conquistar una
rubia, las que eran su delirio; además, el primo de un vecino había viajado y
venia de visita cada dos años trayendo regalos carísimos: Pecos Bill; lapiceras
Parker, raquetas Dunlop; etc. A los que por entonces éramos adolescentes nos
hipnotizaba con historias de “américa”; de lo fácil que era encontrar un buen
trabajo y poder vivir dignamente (o mucho más que dignamente)
(Continuará)
Viernes 14 de Agosto de 2015, 23:59
Viernes 14 de Agosto de 2015, 23:59
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