El profesor llegó contento a su
casa, después de haber hecho una clase que, por lo menos para él, había sido
redonda. Pero la contentura se debía más a los alumnos que a su pasión
permanente por enseñar. Ellos, probablemente, cansados por los trajines del
trabajo, la familia, las preocupaciones cotidianas, habían realizado excelentes exposiciones, con buen lenguaje, entretenidas y, sobre todo, enriquecedoras.
Tan contento llegó que se quedó dormido con una sonrisa, escuchando la lluvia y pensando en la suerte que significaba
volverse a encontrar con muchos de ellos en diciembre, para iniciar la
maravillosa aventura de una filosofía con apellido.
Miércoles 5 de Agosto de 2015, 23:00
Miércoles 5 de Agosto de 2015, 23:00
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