Una luz clara se cuela por entre las cortinas del cuarto, avanza por el
cubrecama hasta que va a dar justo en el ojo izquierdo de Artog. Abre los ojos,
respira profundo y los vuelve a cerrar. Un momento después se destapa y camina
hacia el balcón. Mira el océano y respira profundo. Como todas las mañanas,
comienza con Quishi, luego Yema Fenzong y termina con Baihe Liangchi; durante
los ultimo veinte años no ha dejado de hacer Tai Chi en las mañanas. Cuando
termina, se coloca el traje de baño y se cuelga una toalla al cuello. Baja a la playa corriendo por las escalerillas
de madera; al llegar, pese al frio matinal, se introduce en el agua y nada.
Sube. Se dirige a la cocina y prepara un yogurt con frutos secos. Se
ducha y baja al sótano; prende el equipo de música, salpicado por diminutas
manchas de tinta; escucha el réquiem de Mozart.
Saca una vieja manta y descubre el cuadro en el que está trabajando; imágenes
difuminadas de un bosque con árboles de gruesos troncos.
A media mañana sube al comedor. Abre un cajón y saca una fotografía en
blanco y negro. Es una niña; acerca la fotografía a sus labios y la besa. Se le
nublan los ojos. Vuelve al sótano y sigue pintando hasta pasadas las dos de la
tarde.
Al terminar abre el refrigerador y confirma que no hay nada para comer.
Decide ir al restaurante del pueblo; va en busca de su destartalada bicicleta y
baja hasta la avenida principal.
(Continuará)
Viernes 10 de Julio de 2015, 19:15
Viernes 10 de Julio de 2015, 19:15
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