"Teoria del Caos" (VIII)
El
domingo, doña Elena, después de probarse tres vestidos y preguntarle a su
esposo cual de ellos “le sentaba” - decidiendo por el rojo con blusa blanca, calzándose zapatos de medio taco - salió de su casa. Al llegar y antes de abrir
el portón, rodeó la propiedad para comprobar que ni un ruido delataba la presencia
del dueño. Tocó el timbre dos veces; esperó: nada. Cuando estaba a punto de
insistir, apareció Artog. Llevaba puesto un suéter de cuello cerrado sin
camisa, alpargatas y una polera verde. Doña Elena se sorprendió pues nunca lo
había tenido de frente. Sonrío. Por unos instantes olvidó a lo que venia. La
mirada intensa de Artog no le permitió articular palabra, hasta que por fin
dijo: “Lindo día, ¿no?, percantándose al instante que estaba nublado.
"Si,
me gustan los días así, dijo Artog. Pero supongo que no vino a eso señora
Elena."
"Mmm,
no la verdad es que como no lo hemos visto últimamente a muchos nos preocupaba
su ausencia, pensamos que tal vez estaba enfermo y que, como vive sólo, no tenía
a quien encargarle comprar remedios… o no sé..."
“Que
amables… pero no, estoy sano. Estos días
los he dedicado a terminar un cuadro… pero pase. Quiere tomar una taza de café?
Viernes 3 de Julio de 2015, 23:55
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