Esa
misma mañana, Arturo llamó a Verdecito para contarle lo sucedido: el viejo ya no pasaba todo el día solo, tenia una
empleada; lo bueno era que trabajaba puertas afuera y sólo iba dos o tres días
a la semana, por lo que, si el trabajo se hacia de madrugada, Betancourt
estaría solo. Su amigo le preguntó cuantas luminarias tenia la parte posterior
del condominio, pues de estar muy iluminado tendría que ir el mismo día en que
harían el trabajo y, con una honda, tirarle piedras a las ampolletas. Arturo
quedo de ir antes del fin de semana para averiguarlo.
El
préstamo que le había hecho su amigo se estaba reduciendo rápidamente, por lo
que se atrevió a pedirle un adelanto de lo que sacarían del trabajo.
-“Pucha viejito, podría hacer un esfuerzo y
prestarte otras cincuenta luquitas, pero tení que hacerla durar poh”
-“Compadrito, las lucas de la otra vez se me
fueron en pagar la pensión…"
-“Bueno. Juntemono en el
lugar de siempre como a las cuatro…”
Arturo, para hacer tiempo y sin nada que hacer, fue a jugar las pocas monedas que le quedaban a almacén.
Puso
en la ranura cuatro monedas de cien pesos y al instante aparecieron las tres
cerezas; la maquina comenzó con la fanfarria y, sobre la bandeja ubicada debajo de la ranura, comenzaron a caer monedas. Arturo no daba crédito a lo que
sucedía. Hacia tiempo que jugaba y nunca ganado, siquiera unos pesos. Contó las
monedas apilándolas en montones de diez: ¡veinte mil pesos!
Si
Verdecito le prestaba los cincuenta prometidos, podría asegurarse el mes.
(Continuará)
Jueves 10 de Diciembre de 2015, 22:30
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