Cómo un manera de estar cerca de Roberta, Betancourt
buscó una gruesa novela en su dormitorio y bajó a sentarse en el sillón del
living. Cada vez que ella aparecía, por más esfuerzos que hiciera, no podía
dejar de levantar la vista para admirarla.
Cuando Roberta terminó el aseo de los dormitorios bajó y comenzó a
limpiar los aparadores del living.
-“Don Aldo; si le molesto me lo dice y me voy a la cocina
a preparar comida para dejársela en el freezer”
- ¡“Por favor! Para nada. Además esta novela no es
muy entretenida que digamos…”
Mientras Roberta se desplazaba por el cuarto, pasando el
plumero por los cuadros y las estanterías, Betancourt la imaginaba en las mas
osadas situaciones. Le costaba concentrarse y la excitación lo perturbaba al
punto que, por momentos, decidía levantarse para besarla de una vez por todas. Sin embargo resistía
por el temor a que ella reaccionara mal y lo abandonara. Se daba cuenta que, a
pesar de no haber pasado una semana, ya sentía una especie de dependencia de
Roberta; no imaginaba su casa sin ella.
-“Don Aldo ¿quiere que le prepare algo para comer?… ya son
casi las dos”
-“Si, me gustaría que almorazarmos esos ravioles que compró ayer”
-“Donde quiere que le sirva?
-“En la cocina es más cómodo. Demás esta decirle que prepare dos
puestos. Roberta: saque del aparador una botella de vino, siempre tomo un vaso con el almuerzo”
-“Yo también… bueno digo, antes…”
-“Que bueno saberlo; dos vasos entonces y así aprovechamos
a brindar…”
-“¿Y porqué sería el brindis…?”
-“Por tenerla en mi casa… por tenerte…”
-“Don Aldo, no me hable así… me pone nerviosa…”
(Continuará)
Domingo 13 de Diciembre de 2015, 22:30
No hay comentarios:
Publicar un comentario