Arturo supo de inmediato que, de
aceptar, tendría pocas probabilidades de irse.
- No, gracias.
- Tome oiga, no sea
tímido – dijo la mujer acercándole el vaso al pecho.
- Le dije no gracias,
y no es por tímido.
La mujer caminó hasta el extremo
de la barra y le dijo algo al oído a su amiga que, en ese momento, se pintaba
los labios. Arturo buscó a Verdecito, pero no lo encontró. Luego a don Ángel y,
cuando se cruzaron las miradas, agitó la mano, despidiéndose. Don Ángel lo miró
y no hizo gesto alguno.
Había subido tres peldaños,
cuando sintió que le agarraban el tobillo, por lo que pego un tirón con fuerza:
era Verdecito.
-¿Ya se va compadrito?
-No huevón, vengo llegando, dijo
Arturo con áspera ironía.
Siguió subiendo la escalera y al llegar al rellano, avanzó por el
pasillo sin mirar atrás.
Salió del local y caminó lentamente
hasta el paradero; esperó un rato y al ver que el bus demoraba, decidió caminar
hasta el plan.
Pensaba que todo lo sucedido era una
especie de mal agüero. El amigo de Verdecito era, sin duda, un traficante y, a juzgar por la mirada que
observó una vez que el estrafalario personaje se había sacado las gafas
ahumadas, era también peligroso. Recordó los repetidos consejos de su tía
Sonia, para que se hiciera de buenas amistades, “dime con quien andas y te diré
quien eres” era una de las frases que repetía a lo que él contestaba: " me
tiene chato con sus frasesitas tía". También se le vino a la cabeza don
Aldo Betancourt y no pudo evitar sentirse culpable cuando recordó que el viejo
le daba muy buenas propinas por trabajos
sencillos y ahora él, estaba planeando robarle. Suspiró.
(Continuará)
Viernes 25 de Diciembre 2015, 22:30
No hay comentarios:
Publicar un comentario