Se sentaron en la pequeña mesa de la cocina. Sobre el mantel,
de cuadros rojo y blanco, una botella de vino tinto adornada con una servilleta
verde a modo de babero.
Estaban cara a cara. Roberta intentaba, sin éxito, no mirar
de frente a Betancourt; no estaba segura si realmente la incomodaba; era
raro, la mirada insistente la hacia sentir un extraño placer.
-“La casa parece mas grande de lo que es don Aldo”
-“Para mi es muy cómoda; cuando murió mi esposa, mi hermana
quería que me fuera a vivir con ella, pero soy un viejo mañoso…”
-“No lo creo. Usted come de todo y no es quejumbroso como…”
-“¿Como todos los viejos?”
-“No dije eso…”
-“Y bueno. Creo que somos lo que pensamos… yo pienso bien de
todo y todo resulta bien…”
-“Don Aldo quiere que le cuente algo: hoy en la noche llega
mi mejor amiga de Curanilahue, la Isabel… no la veo hace dos años… tengo tantas
cosas que contarle. A veces hablamos por teléfono, pero no es lo mismo. Es una
amiga de la infancia; somos como hermanas”
-“Que lindo. Los amigos son una de las cosas buenas de la
vida; la verdadera amistad digo..”
La ventana media abierta de la cocina dejaba entrar una
calidad brisa de verano.
-“Don Aldo ¿quiere que le sirva otro plato?
-“Sólo si usted también se repite”
-“Bueno, la verdad es que está muy rico…”
-“Brindemos por eso” dijo don Aldo llenando ambas copas.
Cuando Roberta lo miró de frente y con una sonrisa le dijo
“Por usted”, Betancourt no pudo
resistirse: se incorporó lentamente, acercó su silla a la de Roberta y sin que
esta tuviera oportunidad de resistirse, le tomó la cara con ambas manos y le
dio un beso. Luego de un instante, Roberta le correspondió, abrazándolo:
-“¿Don Aldo… que va a pasar?
-“Roberta: lo que va a pasar es que te voy amar; ven conmigo”
Subieron al segundo piso en silencio.
(Continuará)
Martes 15 de Diciembre de 2015, 22:30
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