A la mañana
siguiente Roberta llegó, como era su costumbre, faltando cinco minutos para las
nueve. Betancourt abrió la puerta y la saludó con un beso en la mejilla.
“Buenos días
Roberta”
“Buenos días don
Aldo”
Durante la mañana
Roberta hizo el aseo, planchó, lavó y preparó la comida como lo estaba hacienda
hacía dos semanas. Sólo una vez Betancourt la había llamado para preguntarle
donde estaban un par de zapatillas; nada más. Al principio Roberta se sintió
desconcertada pues suponía que apenas se encontrara con Betancourt éste le hablaría
de lo que sucedido el día anterior. Contra todo pronóstico, no lo hizo.
Almorzaron juntos en la cocina escuchando las noticias y hacienda comentarios
ocasionales. Terminado el almuerzo, don Aldo se levantó y colocándose detrás de
Roberta, le dio un beso en el cuello y dijo:
- Quiero que todo
sea lento, quiero disfrutarte sin ansiedades ni miedos, quiero que todo esto
dure mucho… no quiero perderte Roberta.
Roberta sintió
deseos de darse vuelta y besarlo, pero se contuvo.
- Si Aldo, es mejor
lentamente, así los dos estaremos seguros…
(Continuará)
Lunes 28 de Diciembre de 2015, 22:45
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