Martes 24 de Febrero 2015, 21:00

Una nueva vida (VIII)

       Era Maximiliano, el hijo mayor de Carlos Michaux, uno de los pocos amigos que alguna vez le había prestado dinero, lo suficiente para sobrevivir un invierno.
         - ¿Que tal Max, que cuenta tu padre?
      - Ahí anda, con su nueva señora, mi cuarta mamá...
     - Y bueno, tu viejo siempre fue tentado… envíale mis saludos. Toma, aquí tienes, son las diez fichas con las que acerté un semipleno hace un rato.  -     
       - Gracias. Necesitaba una ayudita… no ha sido una buena noche.
         - ¡Siete rojo! , exclamó el crupier.
Dubois volvió a ganar, y en menos de una hora ya había acumulado cien mil francos. A medianoche, salvo por alguna seguidilla de malas jugadas, ya había acumulado unos doscientos mil francos.
         - Bueno, descansemos un poco. Veamos las bellezas que adornan la noche – dijo, guiñándole al crupier.
         Recorrió las mesas. Volvió a encontrarse con la mujer que momentos atrás le había sonreído y que permanecía solitaria.
         - ¿No ha sido una buena noche?
La mujer, de no más de veinticinco años, lo miró sorprendida y esbozó una sonrisa. Sus dientes blancos contrastaban con su piel tostada. Era tan alta como Louis y con apariencia de extranjera.
         - No. Pero es la primera vez que juego y perdí todo en minutos; ahora me entretengo mirando.
        - Mire, el secreto de ganar en la ruleta es mantener la cabeza fría; si la bolita siente tu ansiedad, de seguro no se detendrá en la casilla que has elegido.
         - Probemos. ¿Cual es el número que menos le gusta?
         - El cinco, dijo la mujer.
     - Bien, tome, juega al cinco - dijo Dubois, entregándole diez fichas.
         - Pero es mucho dinero…
         - No se preocupe. El dinero va y viene.
Mientras la mujer alargaba su brazo para alcanzar el número cinco, Dubois disfrutó ver el cuerpo joven, esbelto y elástico. Tomó un trago largo y posó su mano sobre el hombro desnudo de la joven.

(Continuará)


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