Tarde de Perro (II)


         No es necesario decir que yo lo amaba,  que lo quería, lo adoraba, que cada viernes que nos juntábamos a un costado de la cancha yo había comenzado a suspirar desde el martes. Ahora me doy cuenta que mi amor por el estaba lleno de ansiedad, una especie de sorda desesperación de intuir que mi amor tenía poco tiempo. Hacía sólo una semana que, por insistencia de la Jocelyn, me había atrevido a decirle lo que sentía. Cuando se lo insinué,  se quedó mirándome con sus ojos avellanas y me dijo dos palabras que recordaré siempre: “Dios dirá”. Y Dios habló el viernes a las seis y media de la tarde, en el atardecer más azulino y triste que recuerde.
         Dos horas antes, mientras intentaba concentrarme en los cuentos sentimentales de la Jocelyn, lo había visto llegar, justo en el momento en que mi amiga me decía:
- ¡Yaaaa, escucha poh!
         Lo había visto, de reojo, caminando hacia nosotras; su camisa amarilla, su piel morena, su sonrisa de labios gruesos y dientes blancos y ordenados me iluminaban el corazón.
         - Pero lesa, por qué no le hablai de nuevo y se las cantai clarito -  me dijo la Jocelyn.
         - Shhhh… cállate,  Dios dirá, le dije tratando de imitar la manera en que él me lo había dicho. 
         Nos saludó como siempre, tomándonos la cabeza con ambas manos, dándonos un beso en la mejilla.
          - ¿Cómo están mis niñitas? 
         ¿Se dan cuenta? Cada cosa que decía, cada gesto que hacia, hasta sus silencios eran intensos y tiernos, como él.
         - Miren, ahí viene el Sebita con su pelota nueva – dijo la Jocelyn.
         Detrás del Sebita, que sostenía la pelota con sus dos manos, venían Pato, Caco y la Pam.
         - Juguemos a los penales – dijo Caco.
         Y así partió todo. Juan fue hacia el arco e hizo de arquero. Tiro el Sebita, pero la pelota solo avanzó unos metros y el Juan, adelantándose como en cámara lenta, se tiró al suelo y agarrando la pelota, dio tres vueltas sobre su espalda.
         - ¡Buena Sebaaaaaaaa! 
         - ¡Ya, ahora la Pam!
         Desviado.
         - Ya Caco, tira con fuerza, haber si eres capaz de meterme un gol, dijo Juan.
         En el momento que Caco retrocedía para tomar impulso, pude percibir que se detuvo, miro hacia el cielo, y en ese preciso instante tuve un extraño presentimiento, como si en medio segundo se me hubiese permitido vislumbrar toda la tristeza que se aproximaba. Me mordí el labio.
         - Ya Caco, con fuerza de Wanderino!!! -
         Caco volvió a retroceder un metro más, corrió hacia la pelota, le pegó de punta y el tiro pasó por el travesaño, siguió elevándose; por un momento, su casco de cuero blanco y negro, relució con las luces, confundiéndose con el cielo azul y estrellado y comenzó a caer lentamente.
         - Chuuuuuuuu, va a caer donde el Matamala, dijo la Pam.

 (Continuará)

Sábado 14 de Febrero, 2015, 22:30


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