No es necesario decir que yo lo amaba, que lo quería, lo
adoraba, que cada viernes que nos juntábamos a un costado de la cancha yo había comenzado a suspirar desde el martes. Ahora me doy cuenta que mi amor por el
estaba lleno de ansiedad, una especie de sorda desesperación de intuir que mi
amor tenía poco tiempo. Hacía sólo una semana que, por insistencia de la
Jocelyn, me había atrevido a decirle lo que sentía. Cuando se lo insinué, se quedó mirándome con sus ojos avellanas y
me dijo dos palabras que recordaré siempre: “Dios dirá”. Y Dios habló el
viernes a las seis y media de la tarde, en el atardecer más azulino y triste
que recuerde.
Dos
horas antes, mientras intentaba concentrarme en los cuentos sentimentales de la
Jocelyn, lo había visto llegar, justo en el momento en que mi amiga me decía:
- ¡Yaaaa, escucha poh!
Lo había
visto, de reojo, caminando hacia nosotras; su camisa amarilla, su piel morena,
su sonrisa de labios gruesos y dientes blancos y ordenados me iluminaban el
corazón.
- Pero
lesa, por qué no le hablai de nuevo y se las cantai clarito - me
dijo la Jocelyn.
- Shhhh…
cállate, Dios dirá, le dije tratando de imitar la manera en que él me lo había dicho.
Nos
saludó como siempre, tomándonos la cabeza con ambas manos, dándonos un beso en
la mejilla.
- ¿Cómo están mis niñitas?
¿Se dan
cuenta? Cada cosa que decía, cada gesto que hacia, hasta sus silencios eran
intensos y tiernos, como él.
- Miren,
ahí viene el Sebita con su pelota nueva – dijo la Jocelyn.
Detrás
del Sebita, que sostenía la pelota con sus dos manos, venían Pato, Caco y la
Pam.
-
Juguemos a los penales – dijo Caco.
Y así
partió todo. Juan fue hacia el arco e hizo de arquero. Tiro el Sebita, pero la
pelota solo avanzó unos metros y el Juan, adelantándose como en cámara lenta,
se tiró al suelo y agarrando la pelota, dio tres vueltas sobre su espalda.
- ¡Buena
Sebaaaaaaaa!
- ¡Ya,
ahora la Pam!
Desviado.
- Ya
Caco, tira con fuerza, haber si eres capaz de meterme un gol, dijo Juan.
En el
momento que Caco retrocedía para tomar impulso, pude percibir que se detuvo,
miro hacia el cielo, y en ese preciso instante tuve un extraño presentimiento,
como si en medio segundo se me hubiese permitido vislumbrar toda la tristeza
que se aproximaba. Me mordí el labio.
- Ya
Caco, con fuerza de Wanderino!!! -
Caco
volvió a retroceder un metro más, corrió hacia la pelota, le pegó de punta y el
tiro pasó por el travesaño, siguió elevándose; por un momento, su casco de
cuero blanco y negro, relució con las luces, confundiéndose con el cielo azul y
estrellado y comenzó a caer lentamente.
-
Chuuuuuuuu, va a caer donde el Matamala, dijo la Pam.
Sábado 14 de Febrero, 2015, 22:30
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