"Club de Jazz"
Magdalena
está asustada. Sabe que cualquiera sea la respuesta el reaccionará con
violencia. No tiene escapatoria.
-“Pero si es un antiguo compañero
del colegio… y sí, me despedí con un beso en la mejilla..”
No alcanza a prevenir la mano
violenta que le da en la cara y le hace saltar una lagrima que ya asomaba.
- “¡Puta!, eso es lo que eres, puta
y reputa… Dos años y aun me dices que no estás preparada, puros besitos, y al primer huevón que ves le das un beso; yo soy
un hombre y tengo mis necesidades… ya, ya, se acabó. No quiero verte más y ahora subes el
cerro solita… o llama a tu amiguito para que te acompañe”
Magdalena se seca la mejilla con la
manga de su chaquetilla roja.
-“No más” – se dice.
Da media vuelta y comienza a caminar
lentamente por la Avenida Brasil.
- “Yaa, ven, no seas tontita, ven,
si no es para tanto” alcanza a oír, pero no hace caso y, por primera vez en dos
años, siente que debe obedecer a una súbita valentía que la inunda.
Sigue caminando sin mirar atrás, serena. Se detiene frente a
un local. Sobre un fondo negro resalta un letrero con luces verdes de neón: Club
de Jazz. Entra.
Encuentra una mesa desocupada en una esquina, muy cerca del escenario, en dónde un humo azul flota sobre un trombón que
destila sus brillos amarillos.
El público que llena la sala
conversa animado a la luz las velas que iluminan las mesas.
Sube al escenario una muchacha
morena, con chasquilla y un leve aire oriental, vistiendo una falda corta, se inclina para recoger el trombón; se
escuchan silbidos y exagerados suspiros. Con aire desafiante y risueño dice:
-“Gracias, pero guárdense los
aplausos, porque ahora con ustedes…. ¡“Bandjazz”!
Salen al escenario tres músicos.
Comienzan a tocar una suave melodía
y Magdalena mira sin pestañear al saxofonista quien le corresponde con la
mirada.
Ella se muerde los labios y se atreve a mirarlo fijo: le parece atractivo.
Algo hay en la suavidad con que la
mira.
Pide un Mojito. “Bien fuerte” le dice
al mozo quien le guiña un ojo.
La música comienza a envolverla y se percibe extraña, como si fuera otra, mucho mas osada.
Durante cuarenta y cinco minutos
disfruta intensamente de las suaves melodías; las luces, la temperatura ideal,
la comodidad de la silla, la hacen sentir renovada. Siente que algo definitivo
está ocurriendo dentro de ella, algo que le asusta y la atrae.
Cuando Bandjazz termina su
presentación el clarinetista baja y se sienta a su lado.
-
“Esta noche toqué sólo para ti, me llamo
Jaime…”
-
“Yo, Magdalena.
Miercoles 4 de Febrero de 2015, 21:30
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