El
dolor.
Creo
que muchas veces, en cada uno de nosotros, han luchado fe y razón. Cuando tristes
acontecimientos nos sacan de la cálida comodidad de nuestras rutinas y nos
enfrentan a situaciones dolorosas, intentamos responder a esa eterna y radical interrogante: ¿Porqué el dolor?
Ver
a niños que sufren por hambre;
personas humildes que se sacrifican diaria y honradamente en un trabajo
que apenas les da para alimentar a su familia; repentinas enfermedades mortales
que asaltan a personas en la plenitud de sus vidas, catástrofes naturales como
las que hemos tenido en el ultimo tiempo, en fin, tanto sufrimiento nos lleva a
preguntarnos una y otra vez ¿porqué el dolor? ¿Porqué muchas veces el
sufrimiento pareciera ser indiferente para el Dios que, se supone, nos ama?
La
fe es la respuesta, lo sabemos, aunque en muchas ocasiones es difícil que esa
respuesta nos aquiete el alma. También nos preguntamos, ¿dónde
radica la fe? Pareciera ser que ella reside
en el corazón…y ya se sabe que allí donde habla el corazón no es bueno que la
razón lo contradiga.
Llegada
nuestra muerte, somos muchos los que, si llegamos donde esperamos llegar y si
San Pedro nos diera la oportunidad de estar en presencia de Dios, le diríamos:
¿Amado Padre, nos permites algunas preguntitas...?
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