Subió
a su departamento y le costó encontrar la cajetilla de cigarros que había
guardado en el bolsillo interior de la chaqueta. Fumó tres cigarros seguidos
sin pensar en nada concreto. Fue a la cocina y rompiendo la promesa de no tomar
alcohol los días de semana, sacó de la estantería una botella de Ron, lleno un
vaso hasta la mitad y lo mezcló con Pony, una bebida que su sobrina, Virginia,
le había traído de Colombia.
Volvió a la terraza, se sentó y miró el vaso tembloroso que sostenía entre el
pulgar y el índice.
Esa noche apenas pudo dormir un par de horas. En la
mañana pensó que lo que había ocurrido era un mal sueño, pero no; el olor a
cigarros y el vaso vacío en la mesa del balcón le recordaron la angustia de la
tarde anterior.
En la mañana
nuevamente llegó temprano al banco, pero esta vez puerta lateral estaba
abierta. Al llegar a su escritorio, ordenó las carpetas de los clientes que lo
visitarían durante la mañana. A las diez recibió una llamada de Oriana, la
secretaria de gerencia, diciéndole que subiera inmediatamente porque don
Nicolás, el gerente de banca de personas, necesitaba hablar urgente con él.
Ricardo sintió un leve mareo y la boca reseca.
Subió las escaleras de dos en dos, y se obligo a sonreír
al entrar a la oficina.
“¿Que pasó, don Ricardo?” le dijo la secretaria mirándolo
con el ceño fruncido.
(Continuará)
Miércoles 8 de Abril 2015, 22:30
Miércoles 8 de Abril 2015, 22:30
No hay comentarios:
Publicar un comentario