Ricardo
se dirigió al edificio de la Defensoría en donde le dieron la dirección del
abogado que lo representaría en la audiencia. Caminó lentamente hasta llegar a
la Plaza Sotomayor. Entró al edificio señalado, subió al ascensor y marcó el
noveno piso.
“Buenos días. Usted es Marianela imagino?”
“Si. Usted don Ricardo. El abogado está por llegar; tome asiento”
“Gracias”
A los pocos minutos llegó el abogado.
Ricardo supo inmediatamente lo que
había pasado.
“Don Ricardo?
“Si”
“Pasé por aquí… tome asiento y
cuénteme..”
“No cuénteme usted…”
“¿A qué se refiere?”
“A que el día martes 10 de Marzo,
alrededor de las nueve de la noche usted comenzó a escribir una historia en la
que yo soy el protagonista. Describió mi vida actual, algo de mi adolescencia y
me metió en un problema. Ahora tiene la obligación de solucionarlo. Me creó… me
hizo hacer cosas que yo no hubiese hecho, me trajo a este mundo extraño...”
“Don Ricardo: aunque suene raro yo no le he dado vida… la vida se la han dado los lectores; Horacio, Vana, Alberto, Paola, Gustavo,
Marcela, Carlos, Claudio… en fin, todos lo que fueron leyendo esta historia.
Miré, la razón por la que usted mismo se notaba físicamente cambiado era porque
cada uno de los que leía el cuento se lo imaginaba de manera diferente; lo mismo con cada
uno de los personajes; quizá alguno imaginó que su amiga Gloria se parecía a
una actriz italiana; que su amigo Pedro era gordo, que usted trabajaba en tal o
cual banco preciso, que era muy moreno o alto o flaco, en fin cada uno de los que leyó esta historia
le dio un cuerpo determinado; usted sólo existe en la medida en que ellos, al leer esta historia, van llenado con su imaginación lo que yo no digo. En resumen, usted no tiene existencia real así que que no debe preocuparse. Además, el cuento termina hoy, con esta conversación... Mañana, cuando se levante, el
espejo no le devolverá su imagen o tal vez una muy diluida, todo dependerá de
cuantos y con que intensidad lo recuerden los lectores, así que esté tranquilo. Ya sabe, no habrá formalización…; no habrá cárcel. No hay Matamala ni nada.
Usted solo existe en la medida que hay personas que leen lo que escribo….
El
abogado escuchó unos suaves golpes en la puerta de su oficina; Marianela, su
asistente asomó la cabeza.
“Perdón
don Juan, como lo sentí hablar, pensé que había alguien más….
“No Marianela, sólo yo… imaginando en voz alta el final de una historia”
Fin.
Viernes 24 de Abril 2015, 23:45
Viernes 24 de Abril 2015, 23:45
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