Se dirigió al cuarto contiguo; un gran escritorio de fina madera,
probablemente caoba; sobre él, un maletín negro; detrás del escritorio,
cubriendo toda la pared, un fina estantería repleta de libros, todos
meticulosamente ordenados por tamaño.
Se quedó mirando el maletín hasta
que no resistió indagar su contenido; al fin y al cabo tenia puestos los
guantes de goma. Corrió los pestillos, levanto la tapa: no daba crédito a lo
que veía: alineados y en rumas, billetes de cien dólares. La visión lo impacto
de tal manera que con gran rapidez cerró el maletín y en menos de treinta
segundos ya se hallaba bajando las escaleras. Al llegar a su departamento aun
no se reponía. Conjeturó que podían ser dólares falsos; no podía ser posible
que una cantidad semejante estuviera prácticamente a la vista y sobre un escritorio. Con toda
seguridad debía ser una broma, una buena broma. Durante media hora pensó que
haría; finalmente decidió volver a subir para verificar la autenticidad de los
billetes.
(Continuará)
Jueves 2 de Abril 2015, 23:30
Jueves 2 de Abril 2015, 23:30
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