A
los doce años Isabel ideó cómo hacer que los malos momentos pasaran rápido. Se lo debió a su padre quien,
con cada vez mayor frecuencia, llegaba ebrio. En una oportunidad en la que, tambaleándose
subió a su pieza gritando ¡“tu madre es
una puta, una puta ¿me entiendes? Puta! Isabel cerró los ojos con fuerza y cantó en su interior la canción
que mas le gustaba “arroz con leche, me quiero casar…” mientras pensaba que sólo
los abriría cuando el olor nauseabundo de alcohol y vómito se hubiese
desvanecido. Media hora después Isabel escuchó a su padre roncar. Pasaron
quince años. Cuando decidió abrirlos, se
enfrentó a un gran edificio corporativo: en una esquina, en letras de bronce se
leía: Arquitecto: M. Isabel Ollivary.
Viernes 25 de Septiembre de 2015, 23:55
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