Aun sin
saberlo Giulio Leporetti estudió física desde niño. Sus juegos consistían en
tirar una piedra al aire y observar su recorrido. Soñaba con tirar una que no se detuviera nunca. ¿Por qué pierde
velocidad y luego cae? se preguntaba; otro, era con un prisma y ver como
la luz se descomponía en varios colores.
En la educación básica lo único que le interesaba era
“aritmética” y pronto se destacó como un pequeño genio matemático.
Al salir de la universidad obtuvo una beca para estudiar en
una prestigiosa universidad de Estados Unidos. Allí conoció a una japonesa con la
cual se casó y tuvo tres hijos. Despues de veinte años regreso a su país. Un
robo intelectual de un descubrimiento sobre las enanas blancas lo hizo decidirse.
Una de las primeras cosas que hizo al llegar a Santiago de Chile fue recorrer
su viejo barrio de Ñuñoa; le costó reconocer su nueva fisonomía. Sintió alegría
cuando en la calle Jose Domingo Cañas comprobó que el viejo árbol, al que trepaba cuando niño para ver aparecer el lucero de la tarde, estaba intacto.
(Continuará)
Jueves 3 de Septiembre de 2015, 22:00
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