Cómo
cada tarde Hanna se sentó en su mullido sillón a leer sus sesudos libros de
filosofía. A sus pies descansaban, somnolientos, sus dos perros: Geronimo y Beto. De vez en
cuando, si algún pasaje le llamaba la atención o le parecía muy bien redactado,
lo leía en voz alta. Ambos perros levantaban las orejas y la miraban fijo, con
cara de interrogación. La tarde del miércoles pasado se sorprendió por la belleza
de un intercambio epistolar entre dos filósofos de mediados del siglo pasado.
Al llegar a la exposición de un muy buen argumento, comenzó a leer en voz alta.
Los perros, como era costumbre, se levantaron y comenzaron a rodearla sin parar
de menear las colas.
Hanna
miró el reloj y advirtió que ya era hora de partir a hacer sus clases. Habiéndole
parecido que Gero y Beto habían sospechado la belleza de lo leído, fue hasta
la cocina y extrajo de un frasco un par de galletas con sabor a carne. Los
llamó desde la cocina, repartiéndole una galleta a cada uno. Luego se puso el
abrigo y salió. Cuando estaba a punto de subirse al auto, reparó en que no
llevaba el libro que debía devolver a la biblioteca. Al entrar observó
sorprendida que Gero, el mas anciano de los perros, había dado un mordisco
desprendiendo buena parte de la galleta. Beto, el más joven, se apresuró a apropiársela mordiéndola. Hanna dijo: “”Que conducta es esa Beto?. Que desilusión! Yo pensaba que sabias compartir y ahora me sales con esta!
Apenas
lo dijo, Beto votó la galleta muy cerca de Gerónimo mirándola arrepentido y luego, escondió su cabeza culpable entre sus patas cortas.
(Basada en una historia semi-real)
(Basada en una historia semi-real)
Lunes 20 de Septiembre de 2015, 21:52
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